Cada etapa en nuestras vidas tiene su propia importancia con tareas específicas que necesitan ser realizadas y que si no se hacen podrían dificultar o impedir que las próximas se desarrollen de la mejor manera. En el desarrollo humano, de acuerdo con expertos en neurociencia, hay dos etapas en las que se da una “poda neuronal” (del verbo podar).
La primera poda es al nacer, cuando el recién nacido conserva solo aquellas herencias neuronales que les van a servir en el ambiente donde nace y en conjunto con el mismo se desarrolla.
La segunda poda se realiza en la Adolescencia. Es en esta etapa donde el joven se espera que logre su identidad de lo que desea ser a partir de las herencias genéticas, experiencias desde sus procesos de crianza, ambiente y cultura a la que ha sido expuesto y se convierta en el adulto en el cual escoge convertirse.
El peligro de entrar en una vida adulta para la cual no está preparado(a) todavía, es que tal y como implica el nombre “adolece” de las destrezas básicas que aún no ha desarrollado para llevarlo a cabo. El caso más típico es el de los adolescentes jóvenes entrando en una vida de relaciones de compromiso de tipo romántica, en las más de las veces teniendo hijos que requieren de una dedicación y experiencia que puede que no tengan.
Las consecuencias podrían ser relaciones de codependencia, violentas, maltratantes o de escapismos como alcohol, drogas u otras adicciones. Hijos que no reciban el tipo de apego seguro con el que se van a desarrollar entre muchas otras. También poca preparación para enfrentar el mundo laboral por deficiencias en aprendizajes, emocionales, o ambos.
Mi recomendación es darse el tiempo para escoger que tipo de adulto desean ser, planear las maneras de cómo desean conseguirlos, pero sobre todo disfrutar el proceso de una juventud que se merece ser vivida en plenitud.
Dra. Ada Rosabal-Silva